Palabras fugaces con el Cardenal

Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima y primado del Perú, estuvo en Santa Marta en el marco del Primer Congreso Eucarístico, organizado por la Diócesis de esta ciudad frente al Caribe.

Por Eduardo Marín Cuello

Una comitiva, formada en su mayoría por viejitas, lo esperaba en el aeropuerto  Simón Bolívar. Su llegada estaba para las 9 de la noche, pero, haciendo gala de este país del Sagrado Corazón, el vuelo se retrasó entre Bogotá y Santa Marta y una hora más tarde arribó a la capital del Magdalena aquella noche del 11 de mayo.

Cerca de 15 hombres integraban el pequeño dispositivo que lo llevaría desde el aeropuerto hasta el hotel donde se quedó mientras estuvo en esta ciudad, hotel, al que nadie quiso decir.
Juan Luis Cipriani durante una de las
eucaristías que presidió en Santa Marta.

Al bajarse del avión, Juan Luis Cipriani Thorne, vestido de negro con el clériman al cuello y su trayectoria en la Iglesia y el Opus Dei a cuestas, pasó por la calle de honor que las veteranas samarias le habían preparado con los párrocos de sus iglesias. Flores, banderines, y una niña disfrazada con trajes autóctonos, le dieron la bienvenida al hombre que saludaba mientras caminó rápido al lado del obispo de la Diócesis de Santa Marta, monseñor Ugo Puccini Banfi, quien también pertenece a la Prelatura.

No respondió preguntas. Esa noche de no haber estado el padre Jesús Orozco allí no hubiese tenido la oportunidad de guardar en mi grabadora la voz del Cardenal, que en otrora jugase baloncesto y se graduara como Ingeniero Industrial, es decir había sido laico mucho tiempo antes de hacerse nombrar sacerdote.

En esa grabación, Cipriani agradeció por la bienvenida y añadió que había orado a la Virgen para que el 13 de mayo, dos días después de ese momento, derramara bendiciones sobre Santa Marta. 52 segundos de grabación por más de una hora de espera. Hay que rebuscarse para contar una historia luego, es lo que se piensa en ese instante si se tiene algo de 'cancha' en el oficio. Cualquier novato ingenuo se queda sin escribir.

La mañana siguiente, el jueves 12 de mayo, en el Seminario Mayor San José. Cipriani estuvo allí presidiendo algunos eventos, en su mayoría privados con los sacerdotes de la Diócesis de Santa Marta. La puerta cerrada era otro símbolo de los misterios de la iglesia; tras ella el Cardenal peruano, el Obispo de Santa Marta y todos los curas hablaban de temas propios de ellos. La prensa de ninguna especie pudo ingresar, sin embargo pude estar allí dentor antes de que se percataran de mi presencia y pude oírr las invitaciones que Cipriani hacía sobre alejarse de los pecados y dejar la soberbia al momento de confesarse entre sí, los sacerdotes quienes atendían ese mensaje y otros que yo no pude escuchar al ser retirado del recinto.

Tras una hora de reunión, la puerta de esa suerte de Cónclave se abrió y hubo “humo blanco” para los periodistas. La hora de la rueda de prensa había llegado.
Imagen promocional del Primer Congreso Eucarístico
organizado por la Diócesis de Santa Marta.
En este evento se compartieron pequeños instantes
con el cardenal Cipriani.

Veteranos periodistas de los distintos medios de comunicación tenían las preguntas adecuadas, no limitadas, que debían hacerse para cumplir con la labor de informar a la sociedad sobre los temas de actualidad. El proselitismo político de los sacerdotes de estos lares fue uno de los temas abordados en esa conferencia de prensa, donde Cipriani capoteó mientras Puccini, a su derecha, fungió como su escudero.

Ninguna pregunta fue lanzada de mi parte, pues mi trabajo era encargado por una institución de lineamientos católicos conservadores y además la rueda de prensa no superó la media hora y monseñor Puccini la terminó ante lo que puede tomarse como “acoso de la prensa hacia su invitado.” Sin embargo antes de que el Cardenal Cipriani abandonara el salón Emaús, donde se realizó este encuentro con los reporteros, fue abordado y mi grabadora capturó su voz enviando un mensaje de obediencia y disciplina a los jóvenes, junto a una invitación a éstos a honrar con sus estudios a sus padres, al tiempo que se acercan más a Dios por lo menos yendo a misa los domingos.

Tras esa corta charla, Cipriani, esta vez vestido con sotana negra y solideo rojo, abandonó el recinto, pero antes de cruzar una docena de seminaristas en fila besaron el anillo cardenalicio que le confirió Juan Pablo II y lo acredita como el primer miembro del Opus Dei que recibió la púrpura cardenalicia.

Después de esos dos encuentros fugaces, no se dio otra oportunidad de abordar a uno de los hombres más polémicos de Perú, quien es reconocido por ser próximo a Alberto Fujimori quien gobernó al vecino país entre 1990 y 2000, tiempo que coincidió con el rápido ascenso de Cipriani en la jerarquía de la Iglesia Católica pues fungió como Obispo auxiliar de Ayacucho hasta 1991; Arzobispo de esa misma zona hasta 1999 cuando fue nombrado Arzobispo de Lima y Primado del Perú por el hoy beato Juan Pablo II.

Cipriani estuvo en la ciudad otros dos días. Sólo se dedicó a presidir eucaristías como la hecha en Honor a la Virgen de Fátima y la de la Primera Comunión de 2 mil niños de estratos bajos. En ese tiempo no habló con ningún medio y siempre, además de hablar del calor que lo azotó en esta ciudad, estuvo custodiado por el Obispo. Sus palabras rápidas y sus misterios han construido esta historia.