La herencia de Diomedes Díaz

Por Eduardo Marín Cuello

"El día que se acabe mi vida les dejo mi canto y mi fama"; con esa línea de la canción Muchas gracias, resumo lo que es la herencia de  Diomedes Dionisio Díaz Maestre, el Cacique de La Junta, para toda su fanaticada que hoy lamenta, en distintas formas, su muerte.

Y es que su canto y su fama es lo que quedará en la memoria de quien les escribe y en la de toda esa gente que compró, bailó, escuchó y hasta criticó sus discos. Esos que, mencionando a la Virgen del Carmen o no, se oían, oyen y seguirán oyendo en todas las épocas del año y en cada motivo que la vida misma ofrezca. Navidad, Año Nuevo, Carnavales, 16 de julio, un cumpleaños, una traición amorosa, la muerte de un compadre y hasta el crecimiento de la primera cana.

Sólo alguien que vivió la vida en sus distintas facetas y contrastes, es capaz de cantarla así. Quizá no con la mejor técnica vocal; pero sí con el alma. Alberto Salcedo Ramos, cronista de nuestro tiempo, resumió esa vida de excesos y carencias como "La Eterna Parranda". Una parranda que empezó el 26, del mes de mayo, cuando nació un niñito en el año 57, entre La Junta y Patillal, sobre lomas y sabanas, cantando versos del alma. Ese niño fue creciendo y dándose cuenta que no sería vencido sino el que vencerá. Y venció. No sólo la justicia cuando logró evadirla, al menos un tiempo, por el caso de Doris Adriana Niño. El mismo que Santiago Cruz recordó de manera criticada.

Diomedes venció también al Guillain Barré, aunque nunca le cumplió la promesa a la Virgen de hacerle una iglesia en 'el Valle'. Venció su pobreza; su falta de academia y mil vainas más. Aunque si se mira en perspectiva, se puede decir que empató, porque muchas veces lo bueno de su obra, lo arruinó con lo malo de sus actos.

Colacho Mendoza, Juancho Rois, Juancho De La Espriella, Elberto López, Náfer Durán, Franco Argüelles, Álvaro López y Rolando Ochoa, entre otros, secundaron musicalmente con sus acordeones esta parranda de 56 años. Junto a ellos salieron títulos como Páginas de Oro, El Chanchullito, Tres Canciones, El Cóndor Herido, Diana, Lluvia de Verano, Mi Biografía, Un Canto celestial... Hay tantos éxitos que no salen todos ahora.

Valledupar es un valle de lágrimas, la silenciosa muerte del Cacique desbordó ese río de sentimiento. Por eso parlantes a todo volumen entonan sus éxitos, mientras un CD o una estación de radio los pasa uno tras otro. Por eso los acordeones silenciaron, por eso los vendedores de música pirata han 'quemado' centenares de discos en mp3 para la venta en todo el país.

Díaz Maestre, no sólo impuso un legado musical que se mantendrá, legado que ahora sus hijos, los que son cantantes, deberán mantener. No en la nueva ola, sino en lo tradicional. Su legado, como decía, no es sólo musical, sino de moda y estilo. Sus cortes de cabello con cola, sus coronas dentales de plata y diamante y sus camisas extravagantes también dejan huella.

El Cacique se fue y de su eterna parranda pasó a una parranda en la eternidad. Me la imagino con Juancho Rois y Colacho con sus acordeones. Rafael Orozco abrazándolo. Escalona en su silla echando cuentos a las almas bonitas, mientras el Negro Alejo Durán se ríe de todo y dice 'apa, joa'...

¡Ay, hombe! Yo, cierro estas líneas y me quedo con los archivos de su música y de sus entrevistas, esas en las que habló a su manera. Pero sobre todas las cosas, me dejo con la herencia que me dejó a mí y a miles, su canto y su fama.