La justicia del justo y la maldad del impío

Si uno escucha el nombre Jorge Rodrigo Tovar Vélez, no le dice nada; como tampoco dice mucho en este país afanoso y poco interesado el hecho de que exista una Coordinación de Víctimas dentro del Ministerio del Interior. Sólo cuando se dice que este personaje es el hijo de Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’, el comandante paramilitar del otrora Bloque Norte de las AUC, preso en Estados Unidos desde el 2008, acusado del delito de narcotráfico y con 16 años y seis meses de prisión como condena, la hoguera de críticas se enciende en este país que siembra cizaña desde la doble moral que lo caracteriza.


En esta ‘tierra de Colón’, donde el abolengo y la línea de sangre se mantiene desde la época colonial, ha sido costumbre que la familia sea importante al momento de decidir el futuro de cada uno de nosotros. Así ha sido siempre, hijos de pobres (que, parece, seguirán siendo pobres) sobreviviendo en un Estado donde el poder político y económico se centra en los hijos de unos pocos ricos (que seguirán siendo ricos en solitario, por lo que se ve). Ricos cuyo dinero puede venir de negocios lícitos o ilícitos. Pero eso es otro tema.

Jorge Rodrigo Tovar Vélez.

Así ha ocurrido desde hace tanto tiempo que nos hemos vuelto expertos en ser liderados por ‘Los hijos’. A algunos, los hemos considerado “buenos” porque creímos que sus papás fueron buenos. También hemos sufrido a algunos que lograron superar el número de malas decisiones que sus padres. De estos, o de aquellos, los hemos prejuzgado con base en ser hijos de quienes son.

Los Hijos de Galán, Los hijos de Uribe, los hijos de Santos, la hija de Pizarro, el hijo de Petro… puedo seguir. De izquierda o de derecha, en nuestra ‘fauna’ política, hemos tenido siempre 'delfines'. Y no se me vayan a ofender que no los estoy midiendo por sus actos, si no por ser lo que son, los hijos. Yo no soy de los que piensa que ustedes deben cargar esa sombra de sus padres. Ustedes y yo, y cada lector, debe enfrentar su realidad y dejar su legado. Bueno o malo, pero propio. Punto.

Volviendo al tema. Es por esa endémica costumbre que en Colombia nacemos, crecemos y sobrevivimos (no morimos tan fácil), por ejemplo, con padres e hijos Presidentes, como los López o los Pastrana. Y así no se quiera: de algo incidió ese factor genético al momento de elegir a los herederos en esta democracia dinástica que -por ratos- ha sido este país que todavía piensa que Bogotá es una versión andina de Londres.

El problema de fondo en todo el juicio que se le hace a este muchacho es que esta sociedad cae fácil en el juego de juzgar y criticar antes de las gestiones, antes de las acciones y no se toma el tiempo de vigilar con atención y esperar en sigilo si da frutos para la sociedad o para sí mismo esa semilla de tal o cual Fulano. Este juicio airado e incendiario, sólo es un acto alejado del perdón que debe imperar en una búsqueda de paz real continua, no solo en el papel.

Aunque es respetable que –moralmente, quizá- sea un golpe poner a alguien relacionado a tanta violencia en ese cargo, como también sería poner a un hijo de alguno de los guerrilleros de las Farc, habrá que esperar. Porque sí, jurídicamente no se le pueden endilgar los delitos de los padres a los hijos; o como dice la Biblia: El hijo no cargará con la iniquidad del padre, ni el padre cargará con la iniquidad del hijo; la justicia del justo será sobre él y la maldad del impío será sobre él. Así que cada quien labre su destino y los demás a esperar qué pasa.

Por mi parte, sólo espero que el destino de ‘Jorge 41’ (por llamar en orden dinástico al hijo) no se cruce con el de 'Jorge 40´ el próximo 9 de junio, cuando según la Comisión Federal de Prisiones, podría quedar en libertad de su condena por  narcotráfico. Ese día, de acuerdo a afirmaciones del diario El Tiempo, los protocolos de Estados Unidos lo pasarían a un centro transitorio de detención en donde se evaluaría su situación y –de no haber más requerimientos en ese país- se inicia el proceso de deportación.

Sin embargo, teniendo en cuenta las restricciones vigentes, esto se tardaría. Además, de que podría dilatarse o embolatarse si él –o alguien- interpone algún recurso legal para quedarse allá.

Esperemos y que el muchacho labre su destino, el suyo propio. Ya el tiempo mostrará la verdad.