'Lorena' o El choque humano de los espacios culturales

Todos los seres humanos tenemos sexo. Hacerlo es un acto natural. Está en nuestra biología como respirar, comer o dormir. Sin embargo, culturalmente es donde empieza a diferenciarse (o satanizarse) este acto. Y la cultura, por su parte, es una especie de ser vivo colectivo que evoluciona a partir de cada cambio social, trayendo consigo choques - muchas veces morales- como el acontecido en días recientes con la famosa 'Lorena'.

Por si no lo sabe, Lorena es una estudiante que, 'al parecer' (beneficio de la duda para ella), realizó un coito mientras estaba en sesión de clase virtual, dejando el micrófono abierto y siendo escuchada por la profesora y el resto de compañeros. 

Comentando el caso con mi colega y amiga Julymek Freyle, Magíster en Comunicación, ella me daba a entender, en medio de un sarcasmo, que la gente se fue para atrás porque descubrió que una mujer puede tener sexo. Concepto que le comparto. Todavía más con él desenlace que tuvo para Iliana, como se hace llamar la tuitera que publicó el video y volvió viral la aventura sonora de Lorena.

Iliana decidió eliminar las imágenes de sus redes sociales porque, según ella, algo que debió ser gracioso resultó peligroso.

"Es una situación que encontré graciosa, ignoré las consecuencias y olvidé que a las mujeres se nos juzga más o peor" , escribió Iliana en su cuenta de Twitter.

Es que los comentarios de la mayoría de portales que publicaron la noticia, muestran rasgos machistas, llenos de doble moral, como si las mujeres no pudieran tener sexo abiertamente. Frases como 'le estaban dando como a rata en balde' marcan la agresividad de un acto que tiene a la mujer socialmente idealizada en actitud sumisa, y la publicación de Iliana sólo estaba reproduciendo prácticas «discriminatorias» y «sexistas», como se ha expresado en el sitio web del Canal 1.

Complementando a July, mi amiga de ojos claros y mirada analítica, le dije que - además de eso que muy bien apuntaba- ese caso es la muestra de cómo la juventud no estuvo al cien por ciento en 'modo clases virtuales' este semestre.

Como profesor universitario doy fe de cómo este momento de evolución de la cultura, en razón de la pandemia y el encierro, alteró las relaciones y asociaciones de tiempo y espacio que, en competencias comunicativas pueden incluirse en las habilidades cronéticas  y proxémicas, que se definen como los comportamientos comunicativos acorde al momento y aquellos que son acordes a los espacios privado, interpersonal, social y público, respectivamente. 

Este contexto hizo que los ritos cambiaran. Por eso cambió el proceso de despertar, bañarse, vestirse apropiadamente, saludar al vecino e irse a esperar transporte para ir a la Universidad. Todo cambió de forma abrupta y los muchachos modificaron sus conductas para que la cultura evolucionara mientras todos nos adaptábamos.

Sin embargo, por muy cultural que sea el ser humano en sociedad, lo biológico siempre sale a flote. Entonces, gracias a videos y a experiencias propias, vimos cómo los estudiantes se durmieron en las clases matutinas tras conectarse y apagar la cámara y el micrófono. Supimos que desayunaban o merendaban en clase porque encendían los micrófonos afanados para dejarse oír aún atragantados dando respuesta a cualquier pregunta aleatoria del docente. 

Ni hablar de los que voluntaria o involuntariamente (de nuevo el beneficio de la duda) dejaban el micrófono abierto y lanzaban improperios contra compañeros o docentes. O inventaban alguna excusa. Todo para alargar la sesión y dispersar la intención de cumplir los deberes. 'Son unos incultos', diría una profesora que tuve en primaria. 

El asunto es que los actos de casa, propios de las necesidades básicas y el actuar humano, destinados culturalmente a espacios privados, empezaron a coexistir, vía videoconferencia, con el espacio social o público de la clase. Una invasión mutua de tiempos y espacios. El salón de clase entró a la casa y la alcoba llegó al aula.

Ese escenario fue el punto de apoyo en esta instancia de evolución cultural.

En ese escenario, Lorena, mujer, humana y en un acto de libre albedrío, tuvo sexo. Su acto privado se expresó en público. El resto de seres públicos y sociales, intentaron ignorar los sonidos del placer hasta que le hicieron caer en cuenta que su micrófono estaba abierto.

El aspaviento que vino después, fue producto de las redes sociales y los medios de comunicación de una sociedad con el morbo elevado. Morbo que sube rating, morbo que vende. Morbo que llena la agenda noticiosa y agita la opinión pública.

Bienvenidos a la nueva etapa cultural, una en la que los multiescenarios son posibles como un Aleph de actividades donde lo humano, a riesgo de la moral mojigata, coexiste en la cultura social.

Epílogo de la duda

A todas estas, y también se lo dije a Julymek, también puede que todos hayamos sido víctimas de una broma de Lorena. Nadie la vio teniendo sexo. Sólo escuchamos gemidos y una especie de percusión corporal. Nuestras mentes armaron el resto de la radionovela y la doble moral construyó el drama mediático.