Los suicidas de la pandemia

Esta pandemia es una cosa increíble. Se le ha tomado fobia a los médicos y a los enfermos, pero no hay miedo a terminar contagiados por dejarse llevar de las ganas de hacer fiesta y emborracharse con música a todo volumen.

Es triste, cada nuevo día, ver cómo las unidades de cuidados intensivos colapsan porque hay más enfermos de Covid19. Es aún más deprimente descubrir noticias de incorregibles que hicieron fiesta, invitaron gente ajena al barrio y no respetaron la cuarentena.

El exceso de confianza es el primer paso al error. Creerse inmune es el pensamiento que más traiciona. La insensatez es signo de ignorancia, irresponsabilidad y egoísmo. Un egoísmo suicida, puede decirse.


Ese afán de cada uno por llevar la vida como antes, con la montonera de gente, el trago y la fiesta como si no hubiera un mañana, puede considerarse la nueva forma de suicidio.

Asusta salir el día que corresponde y ver cómo los suicidas salen sin tapabocas ni guantes para hacer deporte en un improvisado gimnasio o parque; ir a la tienda del barrio y chismosear con la vecina o irse con los amigos a donde María o Juana porque van a celebrar el cumpleaños del bebé de ella, o el hecho de hanerse mudado a una casa nueva. Duele ver que por ellos, que salen por diversión y no para trabajar, esta enfermedad seguirá dejando contagiados, hospitalizados y muertos. 

FIestas clandestinas abundan en esta y otras ciudades. En algunos casos la policía no descubre estos hechos (imagen de Seguimiento.co).

Ellos no entienden que su irresponsabilidad solo alarga este drama que todavía no tiene cura.

Lo más triste es que haber dejado esa responsabilidad en el ciudadano solo ha mostrado nuestra cultura indisciplinada, fiestera y trivializante. Razón más para merecer el Estado que tenemos. Estado que se queda corto para atender este diluvio que desbordó todas las goteras que ya esta casa llamada Colombia tenía. Por eso el Chocó no puede más y el Atlántico no ha podido. En el uno, la ausencia de desarrollo ayudó y, en el otro, de nada sirve ser una metrópolis si la cultura está en el desorden y la parranda. 

Ni hablar ya de las medidas de Policía Nacional que parecen más encaminadas a castigar personas que salen por necesidad que a hacer controles, vigilancia, llamados de atención y sancionar a quienes de verdad se lo merecen porque en su suicidio nos están arrastrando a todos.

Me duele que quienes nos cuidamos hemos dejado de vivir muchas cosas para pasar rápido la página, pero ellos siguen ahí, en su normalidad. Respeto que ellos han decidido actuar así pero no comparto ese egoísmo. Yo he dejado de abrazar a mis familiares y amigos, no pude celebrar con ellos momentos de éxito o alegría, esperando que en el país cese esta horrible noche. Pero ellos no valoran el trabajo por el bien común que hacemos nosotros. No se inmutan por el esfuerzo de los médicos y enfermeras, que hacen sacrificios personales para seguir luchando contra el Covid19. Tampoco respetan la memoria de los muertos que esta pandemia ha dejado.

Hoy les devuelvo el saludo: levanto mi copa y les digo:

-¡Salud! Porque en su memoria celebraré la vida después del Covid.