Las falacias que nos dicen

Cuentan los que más saben del tema que las formas e ideas de nuestra Democracia son un legado de las antiguas Grecia y Roma. Que desde ese entonces, se acuñaron en nuestro lenguaje palabras como ostracismo, toga, Senado o idiota. Pero eso no fue lo único que se metió en nuestra forma de expresarnos en política. Todos, por acción, pasión o fijación, terminamos usando nuestra labia para participar en 'La Cosa Pública'.

El inconveniente con ello está en que con más o con menos poder delegado en representación (como ocurre en una democracia representativa), hemos caído en la construcción de argumentos cada vez más falaces para defender - como ciudadanos- a la facción o personaje que nos identifica.

Aquí hago un paréntesis y digo que en Colombia hubo facciones sólidas cuando el país solo tenía dos opciones de partido, después nos volvimos seguidores de hombres y nos echamos la maldición bíblica del libro de Jeremías "maldito el hombre que confía en el hombre". Cierro paréntesis.

Decía entonces que en este país, todo el mundo se permite tildar, calificar y juzgar a las personas que piensen distinto o no sean sus copartidarios. Lanza en ristre (o mejor, ofensa en boca) se lanzan contra jueces, policías, magistrados, senadores, representantes, alcaldes... En fin, los gajes de llevar vida pública y ser autoridad, dicen algunos.

Y esos 'criticadores', no siempre críticos ni objetivos, se la pasan quejándose de un sistema que sólo sirve cuando les beneficia.

Por estos días de agitación (o más bien de parloteo amplificado en forma de noticia), originada en el hecho de que la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, en persona de los magistrados, impusiera medida de detención domiciliaria en contra del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Desde ese momento, la lluvia de falacias ha convertido al país mediático en un campo de guerra proverbial en el que el fuego cruza de bando a bando mientras los hechos, y las decisiones tomadas en plena autoridad, son atacados o defendidos con menos argumentos que cabellos en la cabeza de Popeye (el dibujo animado, valga la aclaración en nuestro país que también tuvo su propio personaje así llamado).

Desde la época de Aristóteles, mientras nacía la Democracia, se empezaron a analizar los argumentos a la luz de la Lógica, dejando dentro de la clasificación a las falacias como argumentos con 'fallas' en su estructura lógica o formal, divididos a su vez en categorías que con este 'berenjenal' por Uribe han retomado vigencia.

Es por eso que puedo decir que las falacias que más se están viendo, sobre todo de parte del Centro Democrático y/o el uribismo, son las de tipo ad hominem, ad verecundiam y ad baculum. Abrir el micrófono a miembros de este movimiento político es estar seguros de que usarán alguno de esos modelos retóricos para opinar y defender a su líder.

Cuando usan el ad hominem, empiezan a señalar a otros. A los magistrados, a los detractores de Uribe e incluso a los hoy senadores del partido FARC. Construyen un silogismo en donde el exgobernador de Antioquia termina siendo víctima de un sistema que le tiene fobia.

Si apelan al ad verecundiam, se remontan al pasado y evocan 'la autoridad' reflejada en número de votos a favor para ganar curul en el Senado o cifras de ataque a las guerrillas que éste tuvo siendo Presidente, cuando facilitó su reelección y administró el país por ocho años.

Y si toman el modelo del ad baculum, la cosa se pone roja. Porque usan sus propias autoridades (como senadores o Presidente de la República), para incitar a marchas, sugerir reformas y un sinfín de estrategias que no sólo aumentan la noticiabilidad del tema sino que podrían llevar a aumentar el odio entre ciudadanos y sembrar la anarquía en el territorio nacional.

Hago un llamado, entonces, a los colegas periodistas para que mantengan la mayor objetividad mientras dan al pueblo elementos de contexto para analizar estos hechos y no que abran el micrófono a unos y otros sólo para aumentar la tensión.

Y sí, en la democracia las instituciones son perfectas. Por algo es llamado como el mejor sistema político que ha existido en la historia de la Humanidad, pero quiénes las manejan son hombres que pueden errar. Sin embargo, sus procederes en nombre de la Ley y designados por la ciudadanía a través de la Constitución deben respetarse y aceptarse, como se acepta la elección de las mayorías en las urnas (sin entrar en detalles de qué los movió u obligó a votar).

El otro llamado, el general, es a que seamos conscientes de que las instituciones actúan y funcionan y que todos debemos dejar de pelear contra los hechos, porque entre más acciones humanas, subjetivas y egoístas hayan en el andar político, lo legislativo, lo ejecutivo y lo judicial seguirán entrando en debates viscerales que sacan al flote falacias que sólo exponen nuestra verdadera carencia de ideas y nuestra poca búsqueda de equidad y justicia para todos como sociedad.