La verdad que estamos soportando

Cada uno es capaz de soportar la verdad que puede alcanzar. Nieztsche así lo explica y de seguro no conocía lo débiles que somos los colombianos en ese sentido. No soportamos nuestras verdades ni nuestras vergüenzas por andar obnubilados en una fantasía de país que es pura ficción.

A lo largo del tiempo, los problemas y conflictos del vecino (no solamente Venezuela) han sido criticados con cara de dignidad y aires de perfección 'primer mundista'.

Poderes públicos, fuerzas del orden y medios de comunicación sostienen un discurso que omite la autorreflexión como Nación y nos deja ciegos, sordos y brutos para mantener el status quo.

Me permito aclarar que, en este suelo patrio, el status quo es una anarquía donde cada institución funciona al ser operada por individuos inmersos en una cultura corrupta, indisciplinada y formada para perdurar de la misma forma y con la misma sistematicidad.

El asesinato de Javier Ordóñez, en un excesivo procedimiento policial, sirve para probar si estamos o no en condiciones de soportar nuestras verdades crudas, puras y duras. Puntualmente las de nuestro cuerpo de policía.

Los agentes que procedieron con sevicia en el acto que hoy le da la vuelta al mundo y nos pone en los titulares de todos los idiomas, son el reflejo de esos seres que -sin importar las reglas y deberes misionales- se sienten poderosos para romper el papel de servidores y convertirse en tiranos uniformados. Estos señores no son un caso aislado. No son manzanas podridas en un saco lleno de buenas. La misma Alcaldesa de Bogotá dio a conocer que -entre enero y agosto- se reportaron 137 casos de abuso policial en esa ciudad. Una cifra que ya marca un problema que -como país- debemos asumir y erradicar.

A estos datos, se suma que en la más reciente medición de la Gallup Pool, la percepción de la institución se desplomó hasta el 39 por ciento de imagen favorable frente a un 57 por ciento de imagen desfavorable. Lo que indica que, como institución, la Policía Nacional ya no es confiable para la ciudadanía que se siente insegura y desprotegida ante unos agentes que, en el imaginario social, representan conceptos como "soborno", "abuso", "irresponsables", "violentos" y "miedo a denunciar por represalias". El simbolismo del escudo de Dios y Patria, solo genera interacciones negativas en la mayoría y ya no hay campaña de policía amigable que valga.

Este caso que hoy los pone en la agenda, solo evoca el homicidio de Dilan Cruz por un disparo del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), otra unidad de Policía especializada en diluir desórdenes sociales por la fuerza y que también acabó con la vida de un ciudadano sin prontuario.

La mejor opción: una refundación de la Policía

La muerte del taxista, cuasi abogado y con estudios aeronáuticos, Javier Ordóñez, en la capital del país, nos deja pensando si en el campo, ese poder no es aún más abusivo, por ejemplo. Los organismos encargados de cuidarnos de esta policía deben empezar a morder y dejar de ladrar. Necesitamos refundar esta institución para que deje de ser vista como "la estabilidad laboral de los que no quisieron estudiar". Debe elegirse y formarse a hombres y mujeres con mayores competencias blandas y una noción más real de servidor que funge para cuidar. Así mismo, eliminar dispositivos y unidades que solo engrosan filas sin mucho impacto benéfico para la sociedad, convirtiéndose en un gasto económico y moral para el país.

Solo quienes nos avergonzamos y reaccionamos ante esta realidad, hemos alcanzado un primer nivel de verdad para soportar. 

Este primer nivel es suficiente para dejar la hipocresía de ver el caso de George Floyd tan cercano, cuando aquí, en nuestras calles realmente próximas, la policía nos mata. Que nuestras redes, de verdad, sientan la opinión y la verdad con más fuerza que el #BlackLivesMatter. Nuestras etiquetas (#JavierNoMurioAJavierLoMataron y #ColombianLivesMatter) deben dolernos más que los muertos que la prensa nos trae del extranjero y ponemos de moda. Porque esa es otra verdad como Nación, nos sentimos más cerca del primer mundo y nos olvidamos de la persona que nos pudo haber llevado a casa en su taxi, o que se subió con nosotros al bus, o que iba a fiar en la tienda al mismo tiempo.

Esa segunda verdad, la que nos muestra lo hipócritas e impostores que somos como sociedad, nos llevará a soportar la tercera: nuestra prensa está cada día más del lado del poder. Amplifica sus discursos y refuerza -con retórica evasiva- la barrera de la ignorancia popular.

Hoy en día, en las noticias, vemos cómo el lenguaje -subjetivo hasta el hueso- se convierte en el caballo de Troya que oculta al status quo con el disfraz de "atenerse a los hechos". Los medios construyen una batería de eufemismos, usando las estructuras discursivas de la noticia, para dejar ciegos, sordos y brutos a los ciudadanos de una nación donde el Gobierno no administra, la Policía nos mata y la Prensa disfraza la verdad. Así es que está girando la rueda social colombiana. Esa es la gran verdad. Yo la puedo soportar ¿y usted?