Santas costumbres perdidas

Madre e hija, un mismo linaje que demuestra que el tiempo pasa y todo cambia, e incluso las viejas usanzas quedan rezagadas en la Semana Mayor.

Por Eduardo Marín Cuello

Emeris Gómez y Diana Campo son las protagonistas de este contraste generacional  que tiene distintas formas de ver la Semana Santa.

En 1980, los Hermanos Zuleta lanzaron su álbum Pa’ toda la vida, y en él incluyeron el título “Costumbres perdidas”, de Dagoberto López. En esa canción, la voz de ‘Poncho’ le contaba al mundo que “Las costumbres de mi pueblo se han perdido”; siendo como una profecía de lo que en Semana Santa se puede observar a través de ejemplos como el de Emeris Gómez y su hija Diana Campo, quienes viven cada una a su manera las costumbres de la Semana Mayor.

A sus 64 años Emeris, o ‘Mery’ como se le conoce en el barrio Centro de Santa Marta (norte de Colombia) donde ha residido siempre, recuerda que desde los siete años ha ido a las misas de Ramos, Ecce Homo y todas las que aparecen en la programación parroquial de Semana Santa en la Catedral Basílica de Santa Marta, incluyendo el sermón de las siete palabras y la misa “del Resucitado”.

-Yo recuerdo que mi mamá nos hacía los vestiditos blancos a mis hermanas y a mí, y nos llevaba a recorrer los monumentos- Señala mientras recuerda aquellos años en que los zapatos se estrenaban en esta celebración, y al volver a casa el dolor en los pies era insoportable si no se llegaba en brazos y dormido.
De aquellos tiempos de infancia inducida en el mundo católico ‘Mery’ hace remembranza y, mientras los incontables santos y vírgenes de su altar privado la miran, dice:

Mery frente a al altar de su habitación. Allí las antiguas imágenes de San Judas Tadeo y el Divino Rostro están presentes y perdurables en el tiempo como sus costumbres y su fe.

-A las cinco de la tarde ya estábamos cambiadas, y la procesión comenzaba a las seis. Ese día sólo comíamos dulce y arroz de leche; porque esa era la costumbre.

Sí, esa costumbre en la que incluso todo el vecindario era partícipe al pasar de una casa a otra platicos o pocillos repletos de dulces hechos en las cocinas, con mucha devoción y a base de las distintas frutas y tubérculos de la zona.

-El de en frente hacía dulce de papaya, y le pasaba al de al lado que había hecho de papa, y de aquí, que habíamos hecho de tomate, le pasábamos al de el otro lado y así, entre todas las casas nos repartíamos dulces que comíamos con galleta de soda; los Jueves y Viernes Santo, porque no se comía otra cosa.

La veterana enfermera, que no supera el metro sesenta de estatura, dice además que era prácticamente un sacrilegio barrer en jueves o Viernes Santo o bañarse después de medio día, o ir a darse un chapuzón a ‘la playa’, como se le dice a la bahía de la ciudad, donde actualmente se construye la polémica Marina Internacional.

-No te podías meter al mar porque te convertías en sirena; no podías irte pa’ los montes, porque te podía ocurrir un accidente; si desobedecías algo, el poder de Dios se reflejaba y eras castigado.
'Mery' frente al altar toma una pose de respeto y concentración de magnitudes desproporcionadas transmitiendo paz a su entorno.

‘Mery’ ilustra la desobediencia en su sobrino Alberto, quien un Miércoles Santo, salió de la casa diciendo que iba al parque a jugar fútbol y ante el llamado de atención de su abuela Delfina Manjarrés (madre de Emeris) sobre el respeto a estas fechas, el entonces muchacho no prestó atención y se dirigió al remodelado parque San Miguel, que dista unos 50 metros de la casa de los Gómez Manjarrés, en la calle 19 entre carreras 7A y 8.

-Más duró en irse que en volver con el brazo reventa’o- Sentencia Emeris, con ese acento que diferencia a los samarios de los costeños nacidos en otro lugar del Caribe colombiano.

“Se acabaron esas noches de vigilia, Ya no salen aparatos en los caminos”

Con 24 años y un título de contadora pública, Diana Campo Gómez es la hija de Mery. Ella sólo irá al lavatorio de los pies del Jueves Santo con su novio; pues indica que no le gusta ir a la iglesia sola y prefiere rumbear o irse de “relax” a playa que ir a cualquier procesión o sermón de Semana Santa, como muchos otros jóvenes que tienen otras costumbres para estas fechas.

Para ella, la semana más importante del año litúrgico es una pequeña temporada de vacaciones que toma para descansar de su extenuante trabajo como contadora en un colegio del sur de la ciudad. Es más, el Domingo de Ramos, fecha en que se conmemora la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén, ella lo recibió al alba pero tras una fiesta que inició en la víspera.

-El Domingo de Ramos me cogió amanecida y en la calle- Señala en medio de una sonrisa que no esconde la vergüenza que en el fondo siente por ese acto.

La alegría es interminable en Diana, la joven hija de Mery que ve con otros ojos la Semana Mayor.


Ese acto de Diana, si cualquiera lo hubiese realizado en otrora, seguro es espantado por alguna ánima en la madrugada pero como dice ‘Poncho’ mientras suena el acordeón de ‘Emilianito’ en la canción ya citada:

“Se acabaron esas noches de vigilia,
Ya no salen aparatos en los caminos”

Refiriéndose a que ya ni siquiera los espantos salen en la madrugada para corregir a los desafiantes que transitan entre los claroscuros de la noche. Porque sencillamente: los tiempos van cambiando. Prueba fehaciente es que la rutina de la madre no es siquiera similar a la de la hija en esta “época de reflexión” en la que Santa Marta, según Cotelco (ente encargado del turismo y los hoteles a nivel nacional) tendrá un 75% de ocupación hotelera, la cual se verá reflejada en los turistas que se albergarán en los sectores de El Rodadero y Centro Histórico principalmente, pues allí se concentra no sólo la mayoría de hoteles sino de bares y restaurantes de la ciudad.

El Centro Histórico tiene en el parque Santander o de Los novios, el símbolo de la remodelación y la vida nocturna de Santa Marta; es en esa zona donde los samarios y turistas que quieren esparcirse llegan, pues sólo en los alrededores del parque hay unos 10 bares que ofrecen “algo de beber al sediento”.

Los bares del Centro Histórico son los que Diana prefiere, incluso en la Semana Mayor, cuando su agenda oscilará entre las playas y los ‘rumbeaderos’ de la ciudad.

-Viernes en Praga, Matimbá  o alguno de los barcitos nuevos; sábado relax en la playa y domingo otra vez playa- Dice Diana con la risa jovial de su edad, mientras su madre con una sonrisita de gracia, acepta las decisiones de su hija; quien de los dulces afirma que se los comerá porque, simplemente, no sabe hacerlos.

“…Mejor me quedo con mis costumbres pasadas”

De todas esas costumbres, Emeris no sólo se acuerda, sino que aún las practica. Mientras Diana piensa en qué hará para despejar su mente; ‘Mery’ reforzará su relación con Dios más allá de los altarcitos que tiene en su casa donde las Señoras de Santa Marta y del Monte Carmelo vigilan con sus rígidos ojos en compañía de Judas Tadeo, Juan de Dios y el Divino Rostro.

El altar de la sala, a simple vista pasa desapercibido pero en un rincón ha estado y estará.

Por eso, hará dulces y el Jueves Santo sólo comerá arroz con leche. Por esa misma razón estará puntual en la iglesia para cada misa y el dulce no hará falta en la nevera, mientras su hija cuadra la siguiente salida. En lo que sí es muy probable que coincidan es que ambas se pondrán sus mejores vestuarios para ir a desarrollar las actividades que han de ejecutar en Semana Santa, Diana para ir a relajarse y ‘Mery’ para ir a cumplir sus deberes como “católica apostólica y romana”.

Ella, la madre, prefiere quedarse con las costumbres del pasado, esas que la canción de Dagoberto López señala como perdidas y que Emeris conserva tanto como a su fe, a su vez Diana, la hija, corrobora la suerte de profecía que hace más de 30 años fuera sentenciada por las notas del acordeón de ‘Emilianito’.


Aquí la canción que tanto se ha nombrado: