Tributo a un equipo que recuperó el honor

Por Eduardo Marín Cuello

Soy hombre de fútbol. Hecho en la calle, formado en el potrero y pulido en la cancha. Con ese deporte he visto el cielo y el infierno. No hablar de Él, de ese dios, siendo samario es un sacrilegio, un pecado, una herejía. Hoy lo hago para exaltar al Subcampeón de la B: al Unión Magdalena.

Sí; para miles, ser el segundo es ser el primero de los perdedores, para otros es al que más le duele la derrota, la de la final -casi nada-. Algo de esto, algo de aquello. Pero para mí, ser segundo tras haber jugado como jugó el Ciclón, tanto en la ida, como en la vuelta, es tener honor, valentía, enjundia. Lo que los viejos llaman garra, huevo.

Empezar perdiendo ambos duelos, ante un rival más mediático que histórico; lograr empatarle y avivar la esperanza mientras uno de los hombres era descontado por la tarjeta roja, pues en Santa Marta al igual que en Cali, América anotó primero y un jugador unionista fue expulsado. Ni qué hablar de la presión de los medios de comunicación, hasta los internacionales, incluidas las hostiles redes sociales. También se agregan  algunas decisiones arbitrales que fueron en contra. Todo eso se superó.

El entrenador Carlos Silva, supo transmitir sus ideas, supo realizar los cambios. Estoy seguro que no le gustó empezar perdiendo. No es de esos. Ni siquiera como visitante. Su cabeza fría armó una máquina que asustó al Diablo en su casa.

Unión, fue un ejército épico. No salió victorioso y su historia terminó siendo una tragedia. Sí, una tragedia; pero épica al fin y al cabo. Tal vez similar a la de los 300 en las Termópilas, pues con inferioridad numérica supieron luchar hasta la muerte, dando molestias a un enemigo gigantesco. Tanto es el parecido, que Oliver Fula, defensor central del Unión Magdalena, podría ser el equivalente a Efialtes, personaje decisivo en la victoria persa. Ese es el lunar de la historia, el interno, el de fútbol, no el de los atrevidos, delincuentes y vándalos que se disfrazan de hinchas para agredir a otros, sin importar sin son rivales o amigos.

Hacía tiempo no veía un Unión Magdalena jugando con los huevos bien puestos, con enjundia, coraje. Así libró una batalla, en la que el juez estaba, a mi juicio, en contra, además de todas las adversidades ya mencionadas. Lamentablemente la lotería, o mejor la ruleta rusa de los penales resultó a favor del rival. Se vendió cara la derrota y eso revive a una afición. Con esta actitud, seguro que más de uno se reconcilia con l Ciclón y suma para que se vuelva a llenar el Eduardo Santos, lo sé.

Felicidades Subcampeón, felicidades Unión, reviviste tu garra, reconciliaste a miles -me incluyo- y recuperaste el honor en el deporte más glorioso, gozoso y doloroso: El fútbol.