Historia de un galán distinto

Por Eduardo Marín Cuello

"Estoy herido, capo; estoy herido". Así decía Camilo una y otra vez mientras miraba sin mirar - a causa de su borrachera- a cada uno de sus interlocutores. Él estaba tomando cerveza, aguardiente, whisky, y quién sabe si hasta el agua de los pajaritos, desde las tres de la tarde.

Es de esos tipos que se las dan de galanes en cada fiesta. Y esa, una improvisada reunión de agasajo para celebrar la entrada de 2013 y por ende un año más junto a sus amigos del colegio, no sería la excepción para que Camilo demostrara sus dotes de 'Don Juan'. Pero no uno cualquiera. No señor. Uno que baila, reparte tragos, sonríe, imita a los cantantes, saca a bailar a las muchachas, hace pasos dignos de aplaudir y comentarios que sacan carcajadas a todos los que presenciamos la noche del galán.

Guy Ecker, el actor brasilero inmortalizado por su protagónico en Café con aroma de mujer, es sólo una foto al lado de este prospecto. Aunque aclaro, Camilo no tiene ni los ojos, ni el rostro, ni la fama de Ecker, es más, creo que es todo lo contrario físicamente; pero es próximo a su público y está robando el show sin duda. German y yo lo sabemos.

Hace un rato, tras levantar la mirada y salir de la terraza para cruzar hasta la casa de enfrente para ir a buscarla, está bailando con una muchacha cuya gracia, al menos para mí, no va mas allá de su facilidad para moverse al compás de Richie Ray y Bobby Cruz. Camilo la abraza y nos mira con picardía. Nos hace creer que dará la estocada en un par de piezas más.

Baila, le habla al oído, incluso le canta. German nota que, como todo un MAESTRO, le susurra al oído la parte de la canción que "lleva el veneno", el coro. En este caso es "Mi amor lunático/ es único, nostálgico y platónico/ Tu química me pone tan sonámbulo/ cuando llegas a mi." Otro punto para este boxeador que buscaba el nocáut con un beso, para lo cual posaba su boca cerca a la de su pareja (de baile) y su mano intentaba bajar por la espalda milímetro a milímetro al compás de la voz de Giro López y su Amor Lunático.
Esa escena era vista por German, Luisa, Mi hermano y yo. Sólo reíamos de las ocurrencias de Camilo quien no lleva mucho de haber vuelto a la soltería.

El par de canciones habían pasado y aún nada que veíamos la estocada. Lo 'puyábamos', lo alabábamos, lo alentábamos, todo con tal de ver la estocada. Con eso le dimos aliento al 'galanazo' para que fuera a bailar allá en la casa de en frente y 'en tierras lejanas lograra su victoria'. Sólo nos cagamos de la risa cuando lo vimos bailar en la penumbra que hace el arbolito de esa casa por la luz del bombillo de la casa en que estábamos. El reloj marcaba entonces poco más de las tres de la mañana. Hacía 12 horas su hígado estaba intentando purificar el alcohol, mientras su último rasgo de conciencia intentaba ocultar la tristeza de su corazón.

"Estoy herido" dijo por enésima vez, tras regresar de su 'periplo' en tierras ajenas. No logró la estocada. Pero sí notamos que aún, tras llevar al menos dos horas haciendo la danza de cortejo, no sabía ni el nombre de la susodicha. Eso era un punto menos, a mi juicio.

Bueno. Tras salir de escena por una siesta en silla, la danzarina fue sacada de la mira de Camilo. Sus misiles apuntaron a la difícil Luisa, "de las pocas mujeres que han soportado los coqueteos de Parrita", dijo German  y Fidel lo confirmó.

Una y otra vez los intentos de sacarla a bailar fallaron. Bueno, sólo bailaron una pieza. Una sola. Algo que no da tiempo para nuestro 'Chayanne', que -por lo visto- necesita un proceso lento. Luisa se sentó de nuevo y siguió cortando las avanzadas de nuestro guerrero que aunque lento si era perseverante, porque estuvo insistiendo por dos horas más, sin caerse de la borrachera que ya se le notaba a distancia y hasta por teléfono; rebuscando frases en su repertorio, improvisando otras y volviendo a gritar que estaba herido; y soportando los regaños de Fidel porque, a decir verdad, ya estaba pesado. Los rostros de German, Luisa y yo mismo, lo denotaban.

Para entonces, el cielo estaba azul otra vez y el sol dejaba ver algunos rayos en la lejanía, él mismo no se mostraba aún. Las 6:10 a.m. del primero de enero de 2013 marcaba mi celular. Esa, para mí fue una noche de risas. Para el galán una noche de fracaso, pues conseguir el número telefónico de la bailarina es una victoria pírrica y el espejismo de un segundo encuentro.

Al marcharnos, German con Luisa rumbo a su vecindario en un taxi; y mi hermano y yo caminando por las calles del nuestro. No imaginamos lo que nos contaría el buen anfitrión, Otto, por la tarde: "yo la amo, capo, yo la amo, yo la amo". Así repetía Camilo, con lágrimas en los ojos, mientras recordaba a quien había sido su novia, con la que terminó hace poco, por la que ahora está soltero y por la que intentó conquistar a la bailarina, a Luisa y la noche del primero a la prima de mi novia, con ella no bailó, ni habló y se quedó esperándola, pues, al irse, ella le dijo que volvía.