Travesía romanticona

Lo que una muchacha bonita vive en una buseta cualquiera con una especie endémica de conductor.

Por Eduardo Marín Cuello

Subí a la buseta después de ella en el cruce de la carrera quinta con calle 16. Ambos subimos al asiento de adelante, el que es doble y está junto al conductor.

Ella pagó con un billete de $10 mil y yo con uno de mil pesos y una moneda de 200, lo preciso. Seguramente ella no pensó que haber entregado uno con la cara de Policarpa Salavarrieta sería el detonante de una lengua coqueta y, por momentos, incansable.

-¿Cuántos pasajas pagaste con el de 10, nena? -Preguntó el conductor.
-Uno solo- Respondió ella, mientras yo me terminaba de acomodar y miraba el llamativo corte de un mototaxista en la esquina de la calle 15.

-Yo pensé que pagabas como cuatro- replicó él mientras ella guardó silencio. Luego agregó: -Tú deberías pagarme el mío también, ¿No?

Ella siguió en silencio.

-¿Tienes rabia? le preguntó mientras le daba el cambio, $8800. Un billete de cinco mil, uno de dos y uno de mil más unas cuantas monedas. Creo que el de mil, fue con el que pagué.

Ella respondió -No señor. Lo que pasa es que tengo dolor de cabeza.

Rápidamente, él continuó:
-Eso se te quita con un Dolex. Te tomas uno y listo. Yo ya me estaba preocupando. Yo dije: es muy rabiosa, ya no se puede casá conmigo. ¿Tú te casarías conmigo?

Más rápido de lo que él preguntó, ella dijo:
-Noooo.

-¿Y por qué? Si ya está listo casi todo -y giró a la derecha para tomar la Avenida del Ferrocarril- Es más, ahí está el padrino, ve. Dijo el galán-chofer señalándome con los labios. Y siguió preguntándome: ¿Vea, compadre, usté sería el padrino?- y sin dejarme responder prosiguió- se la presento.

Estiré mi mano hacia ella y con un tenue "mucho gusto", le saludé. Ella solo dijo, mucho gusto, agregó su nombre -no lo diré- y volvimos la vista al frente para esperar qué seguía en el acto del 'latin lover' sobre ruedas.

Él mantuvo silencio. Después de todo una pausa en la actuación crea suspenso. Esquivó un taxi y lo pasó. En el otro carril, en sentido contrario, venía un colega suyo. Otro busetero. No sé si tan coqueto como éste con sus Ray-Ban marco dorado, al cual le gritó: ¡BUEENAAAAA! y sonó su bocina tres veces, luego sacó su mano izquierda por la ventanilla, la mano en que usa su reloj Casio que debe estar tatuado en la piel de su muñeca asoleada por ir siempre en la ventana, y agitándola saludó a su compañero.

-Joda, seguro va' a bebé ahorita- Dijo sobre su colega y añadió: -Yo no sé por qué beben tanto. Esa vaina lo que termina es jodiéndole el hígado a uno, ¿Cierto mi vida?
-Claro. Y cuando la gente lo coge de vivio... más.- Manifestó la pelinegra.
-Yo menos mal y gracias a mi diosito dejé de tomar tanto. Yo antes bebía to'os los fines de semana. Ahora no. Ahora na' más una o dos veces al mes, y eso tres o cuatro cervecitas y pa' la casa. Y eso además es un hueco, y uno que tiene casa, mujé, hijos y todo, noooo. Menos mal los hijos míos ya están grandes. Ya los dos están terminando la universidad. Uno está esperando grado y el otro está en séptimo. Joda, me salieron juiciosos los pelaos, pa' qué.

Terminó el monólogo del hombre ejemplar que es y retomó su embestida contra la pelinegra.

-¿Ve y tú tienes novio?
-Sí- aseguró rápidamente ella.
-Se nota- dijo él.
-¿Por qué? preguntó ella con curiosidad mientras yo empezaba a estallar de risa internamente.
-Porque tienes los labios brillanticos. Cuando uno besa a la mujé la boquita se le pone brillantica, se le humedece. Cuando no tiene novio, se le cuartean los labios... ¿Verdá?

Ahora el silencio fue de ella. Yo quería soltar una carcajada. Sólo esbocé una sonrisa que se escapó por la ventanilla a la altura de la calle 12 con Avenida del Ferrocarril.

El silencio se rompió cuando en la siguiente esquina, llegó el vendedor de rifa y le vendió boleto con un número de cuatro cifras que terminaba en tres. La transacción se cerró. Tres mil pesos para el vendedor y un boleto 'afortunado' para el 'tumbalocas' de la ruta de "La U".

-¿Y te vás a casá con él?- cuestionó él.
-¿Con mi novio?, sí, claro.
-¿Y cuándo?
-Como en junio o a finales de mayo.

Volvió el silencio mientras ocurrieron paradas en un par de semáforos, adelantos a un humeante carro destartalado y no sé cuántos intentos de subir pasajeros cuando el cupo estaba completo y tres personas iban de pie. Ésa fue la continuación de este 'culebrón' que vio su fin, cuando la protagonista pidió la parada (para bajarse) en el semáforo de la Ferrocarril con carrera 19.

Y como para cerrar con broche de oro, él expresó antes que ella bajara, justo cuando yo le abría la puerta para bajarme y darle vía libre:
-¿Y tú vives por aquí?
-Sí.- Dijo ella resignada al interrogatorio que hasta al final se mantuvo.
-Entonces estaré pendiente de ti cuando pase por aquí, para volverte a ver.

Ella se bajó completamente. Yo sonreí y volví a subir. Cerré la puerta y pude verla reír cuando la buseta giró a la derecha para entrar a La Ciudadela. Dos esquinas después bajé y el galán recogió a una muchacha, también bonita, en esa misma parada. Ella tomó el lugar que la pelinegra debió ocupar en su travesía romanticona.