El desespero del emperador

Por Eduardo Marín Cuello


Érase una vez un Gobernador finquero, bastante feudal, que con ayuda de un ejército paramilitar se convirtió en Presidente de una República Banana; o emperador de una tierra de valles y montañas. Su cabellera negra y aparente calma, sólo eran opacadas por sus continuos y fugaces episodios de ira en los que ofrecía golpes y creaba cortinas de humo para confundir a enemigos y a su pueblo.
En uno de esos ataques, ordenó a la Directora de Inteligencia espiar a todos sus detractores. Así tendría argumentos para irles a "dar en la cara, maricas"; y seguir armando planes de perpetuidad en el cargo. A punta de resultados positivos, llenó al Ejército de varios falsos (positivos) y al país de madres con hijos muertos. Mientras seguía atacando a sangre ajena y fuego pagado a una guerrilla acusada de matar a su padre.

La obediente directora siguió órdenes y secretamente debió haber jurado lealtad infinita a su infalible superior. Es que la lealtad de ella y los demás subordinados de este Presidente sólo se iguala a la de los viejos samurais japoneses.

Hace algunas horas, la directora -quien había buscado el exilio para proteger a su daimyo- se entregó a las autoridades para evitar que la Guardia Mundial la capturara. Eso hace que pueda "morir" como samurai, con el honor de haber luchado hasta el final por su amo; o en su defecto aplicarse el seppuku. Ahora tendrá una "muerte" cobarde y deshonrosa.

Esa cobardía de entregarse, tiene nervioso al emperador que ahora tiene blanca su cabellera. El pobre no sabe qué hacer. Sus demás aliados están también nerviosos porque la Guardia Mundial los puede hallar en cualquier lugar y todos tendrían que entregarse para salvar su propio pellejo; o hacerse el harakiri como aquel Ministro de Agricultura.

El nerviosismo del Emperador, quien ahora es Senador y se conoce como Uribe es de tal magnitud, que ya anda haciendo pequeñas cortinas de humo diciendo que su sucesor -quien lo usurpó en campaña para luego hacerse al poder- tiene poder sobre la Guardia Mundial, también llamada Interpol.

Dice que hay coincidencias entre la indagatoria de otro de sus soldados y la "reducción de garantías" a su jefe de inteligencia.




El emperador siente el acecho a su persona. Sabe que si se entregó, confesaría y si lo hace lo implicaría o señalaría. El desespero es tan insoportable que ya ha pensado en irse a la Luna porque allá la Interpol no tiene jurisdicción.