Apología del mes de febrero

Por Eduardo Marín Cuello

Imagen tomada de este sitio
Febrero llega y empieza su desfile de 28 amaneceres. Es el único mes con conteo perfecto: siete días, cuatro semanas y por eso sus cuentas no fallan. Es efectivo, dinámico y variable. Es exacto como reloj suizo.

A pesar de ser tan corto, celebra mucho. A mediados tiene San Valentín, una fecha inventada para comercializar con el amor -o visto con otra óptica para excusar la compra y entrega de detalles al ser amado-. Celebra también el día del periodista en Colombia. Da posada a los Carnavales casi siempre; por eso sirve de escenario a ritos de apareamiento que germinan en noviembre con niños y niñas de padres fugados u obligados a unirse tras el goce carnavalero.

Así mismo le sirve de fecha natal a gente buena y divertida como mis estimados David Crespo, Victoria Sánchez, José De León y Mariangélica Perea. También Shakira y su Piqué cumplen años en este mes bajo ante los demás pero de extremidades perfectas y parejas.

Febrero es de contrastes. En él se baila mientras se acomoda el cuerpo -sobre todo el culo- en el pupitre escolar. Se compran libros y útiles junto a una sufrida canasta familiar que debe rendir con los retazos de enero. Y en él se reza en fiestas católicas como La Candelaria antes de pecar en otras paganas dedicadas a Momo, Baco y Arlequín.

Las 28 albas de las februas son refulgentes; y sus respectivos ocasos traen arreboles violeta y naranja sobre mar azul. Sus días se convierten en poesía de cuatro estrofas de siete versos de rima perfecta. Eso es febrero.

No hay duda de que éste es un mes equilibrado. No tan largo y serio como marzo; ni tan fiestero como diciembre con sus 31 días cada uno. Tampoco es pesaroso como el hipócrita abril que dice celebrar la primavera mientras las frutas son arrancadas por montones para hacer dulces en Semana Santa o, como en este año, perseguir iguanas para sacarles los huevos y venderlos en las mismas calles de siempre en el Centro Histórico. Aunque bueno, ya se están vendiendo, en realidad.

Podría seguir argumentando sobre las bondades, ventajas y milagros de esta mensualidad fugaz poco mencionada en las canciones; pero diga lo que diga de febrero, lo que importa es que es tan diferente, que se da el lujo de acumular horas extras para cambiarlas por un místico día de más cada 4 años.