Conciencia de ser otro

Despiertas antes de que tu alarma suene. Abres los ojos y sonríes porque tu cuerpo está acostumbrado a la activación antes del alba. Te sientes un viejo en cuerpo de joven; pero recuerdas que siempre has tenido pensamientos y actitudes más allá de tu edad.


Vas al baño y allí inicias tu día. Cagas, te aseas, perfilas la barba y hasta afeitas ese vello púbico que lleva unos días sin usarse en el roce de los cuerpos. Recuerdas esas épocas donde era más fácil follar que tomar una cerveza. De esa época hay varios pensamientos, como que eras feliz sin saberlo ni valorarlo o que sin todo ese libertinaje no serías lo que eres. No como profesional, sino como ser maduro, resiliente, libre y coherente. Sin eso en mente y cuerpo, como ahora, te habrías vuelto loco al enterarte que eras padre. Bonita noticia. Quizás la más linda para un hombre, pero para ti fue una campanada en el tímpano y en el tuétano.

Todo tu desorden te trajo una hija. Una que se escondió para nacer porque antes habías perdido uno, siguiendo con tu vida al límite, y al otro te lo quitó la vida cuando ya empezabas a poner los pies en la tierra. Esta hija te llegó en silencio y te cambió. Todavía te estás adaptando porque no fue como querías. No sabes nada de sentir pataditas, ni esperar en la sala de parto a ese ser que le escuchaste el corazón en una ecografía. Pero bueno.

No vives con ella, pero la amas. Poco a poco la amas más y además estás con la mujer que te recibió luego que la escogieras. La amas de verdad. A nadie, nunca, jamás, habías amado como a ella. No te importa nada. Tú y ella están fuera de todo molde social de familia y eso te agrada y te hace feliz. Ella te cambió. Punto. Bueno, Ella y tu hija.

Sales del baño a vestirte. Tomas algo cómodo y algo formal. Uno para trabajar, el otro para el show. Te vistes y empacas lo otro. Caes en cuenta que no has sentido a tu madre en la cocina. Eso no te desmotiva, eso te alienta porque quieres sentir en tu estómago y cuerpo eso de ser independiente y vivir solo. Un pan y gaseosa de la noche anterior tienen buen sabor también.

Entre la penumbra, sin decir adiós, ni escuchar la bendición, sales de casa. Esperas un bus que abordas para ir a trabajar. En la fría soledad de la última banca, redactas un saludo a tu amada. Describes lo que sería despertar junto a ella e irte temprano. Ella dormida es una prueba de fe plasmada en un sueño profundo. La ves hermosa y te das cuenta que a ella la contemplas y antes eras el foco de miradas y objeto de atenciones. No era bien visto que comieras eso o que te fueras sin desayuno. Aquella mujer despertaba antes, te servía y luego volvía a la cama. Mil detalles sin tener recursos, mil palabras bonitas sin haber leído a Quevedo y toda una galaxia de sexo sin ser Venus. Ignorabas la felicidad y no la valorabas. Suspiras, terminas de escribir el mensaje y sigues sentado en ese bus que se llena de obreros y estudiantes con algo en común: madrugar para cumplir.

En tu clase esperan por ti. Los estudiantes vienen de mala gana a esa hora. No te importa. Te haces odiar pero los quieres. Sin importar su bajo rendimiento, harás todo por enseñarles. Hoy, incluso, tienes una invitada para mostrarles más allá de la academia: la vida.

Terminas tu clase, charlas con tu compañero de trabajo y aventuras. Actualizan datos de chismes porque sí, los hombres somos chismosos, sólo que no en público. Nada más con otros hombres y de confianza. Te despides y sales. Esos saludos no tienen algo que querías y no pediste: respaldo. Estás solo en todo. Solo contra todo. Lo sabes, lo vives, pero no lo aceptas a veces. De vez en cuando quieres una palmada en el hombro.

Antes de embarcarte, sientes esa corazonada fatalista de la paternidad: "Si muero en el viaje, teniendo plata, no habré pagado la mensualidad de la niña". Vas, retiras y consignas. Ahora puedes viajar y hasta morir tranquilo. Pero la vida es bella y antes de la Muerte, te muestra el Eros. Tu amada llama por teléfono: te da alientos, te motiva, está pendiente de ti. Ella, con esas apariciones sencillas, borra tus más pesados y tormentosos sueños, ideas y sentires. Te despides de ella con un nudo en la garganta. Uno pequeño. Ahora compras tu boleto de pasaje y abordas. Cruzarás por carretera la Ciénaga y el Río teniendo el Mar a la derecha. Te duermes en el bus luego de ver la reacción de tu novia en Facebook por tu historia. Dormirás por ratos y, al abrir los ojos, verás el aeropuerto, el cementerio de tus abuelos, el pueblito donde hiciste reportería, el mundo natural de tu región, el puente nuevo que sólo era unos enormes pilotes hace dos años, cuando no eras padre, cuando no eras libre, cuando eras otro.