Aquí se siembra paz

En el sur de Santa Marta hay un lugar que espera recoger frutos con una generación alejada del ocio.

Por Eduardo Marín Cuello

Yeiser canta la primera estrofa de un reggaetón poco conocido, como su barrio y la fundación que labora allí. Yeiser tiene 11 años y es uno de los 35 niños del barrio Porvenir de la comuna 8 (sur de Santa Marta, Colombia) que se benefician con el trabajo de la Fundación Sembradores de Paz.

La referencia para llegar hasta aquí es la torre de energía eléctrica número 14. Alrededor no es más que lotes valdíos y una que otra modesta casa, como en la que vive Yeiser, que aprendió la canción de tanto escucharla en el parlante del único tendero del barrio.

Es viernes, Yeiser cantó ante el micrófono que le ofrecí para que se expresara. Ese día, la clase era lúdica en la Fundación y la emisora hacía presencia en la comunidad al tiempo que donaba kits escolares a estos niños y niñas que, en varios casos, toman este sitio como su única escuela. Esto se debe a que al menos 8 no están matriculados en colegio alguno y deben conformarse con los refuerzos de "español y matemática que de lunes a jueves, se dictan aquí por los tres profesores que aquí laboran", expresa, con algo de pánico escénico, el profe Marvin, el único hombre adulto en el lugar, además de Tavo, el operador de la unidad remota de la emisora y yo.

"Lunes y miércoles se dan refuerzos de español; y martes y jueves de matemáticas. Los viernes se desarrolla una actividad lúdica, bien sea pintura, danza, canto, o manualidades", comenta Pilar Cruz, directora de la Fundación Sembradores de Paz. Ella es quien encabeza esta labor que además de "fortalecer el aspecto académico de los niños, les aporta un poco a su alimentación con un desayuno y un almuerzo", agrega Cruz mientras echa para atrás su cabello y se refresca un poco con la mano derecha. Se le ve sonriente y tranquila y disfruta de las ocurrencias de los pequeños, como Luis que anda buscando una y mil formas posibles a la flor de papel que está elaborando.

Los 35 pequeños del sector que también se conoce como El Comando, y al que se llega tras tomar una mototaxi en La Paz, el barrio principal vecino, llegan a las 8 de la mañana. Al entrar y saludar a las hermanas Teresa y Obeida, el par de monjas que habitan en el hogar de la fundación, siguen hasta el comedor-salón de clases donde reciben el desayuno. Allí, luego inician clases en pequeños grupos coordinados por los profesores, mientras la hermana Teresa y la señora encargada de la cocina inician la preparación del almuerzo que, bien aclara Pilar, "no es suplemento del que deben recibir en su casa; sino un complemento en el que pueden encontrar alimentos con una carga de nutrientes fuerte que, por razones económicas, no pueden tener en sus hogares".

A eso de las 11, los infantes que oscilan edades entre 5 y 13 años, reciben el almuerzo y tras ordenar los útiles - porque los elementos con que estudian y realizan sus ejercicios permanecen aquí- van a su casa a tomar los almuerzos, en caso de que los encuentren, y luego se alistan para ir a clases, los que están matriculados.

Esta historia comenzó en el año 2009 cuando la Fundación se creó y acogió a 65 niños de los barrios Porvenir, Circasia y La Paz, principalmente. Luego llegó a su tope en 2010 con 120 miños y cerró 2011 con 50. Hoy, sólo 35 niños, de este último rincón de la ciudad, con vista al corredor turístico del sector Sur, sigue sembrando algo de paz, pero también algo de alegría, de esperanza a estos niños que sonríen, aprenden y se alimentan, al tiempo que se mantienen alejados del ocio y, de paso, de entrar a engrosar los índices de violencia e inseguridad de Santa Marta que hasta el mes de febrero anotaban 200 personas capturadas por distintos delitos y la incautación de 639.246 gramos de estupefacientes, entre otros datos que entrega la Policía Metropolitana de la ciudad.

Mañana será sábado, y los niños no vendrán. Jugarán en su cuadra mientras el parlante del tendero amplificará otro reggaetón; sí, otro que Yeiser incluirá en su repertorio.