Dios es colombiano... y nos llevó al Mundial

¡Estamos en Brasil, estamos en Brasil! Después de 15 años clasificamos a una cita orbital, gracias a Dios, un técnico extranjero, un fortín en Barranquilla y un equipo de lujo con un Tigre efectivo en los penales

Por Eduardo Marín Cuello

Son las 7:35 de la noche y doña Carmen baila sonriente al ritmo de una salsa que ya olvidé y que provenía de la vuelta de la esquina. Tiene 71 años, y su emoción se debe a la clasificación de la Selección Colombia de mayores al Campeonato Mundial de fútbol de la Fifa, Brasil 2014. Hace un pase, hace otro y dice que está alegre porque volvió a ver a la tricolor clasificada.

No es la única. La salsa que suena viene de otra casa del barrio Los Alcázares donde también celebran el regreso a un mundial de Fútbol después de 15 años, 3 meses y 16 días, cuando la noche de aquel 26 de junio de 1998, en Lens (Norte de Francia), Inglaterra con goles de Darren Anderton y David Beckham, cerraba el telón para Colombia en el teatro de Francia 1998. El Estadio Felix Bollaert fue el marco de aquél 'valle de lágrimas' liderado por Faryd Mondragon, último arquero de Colombia en un Mundial y quien con 42 años, pero como arquero suplente, estará de vuelta en la cita orbital.


La fiesta está en pleno en todas las ciudades del país a esta hora. Pero tres horas antes, cuando iban 35 minutos del primer tiempo del juego entre Colombia y Chile en el Estadio Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla, la selección dirigida por José Néstor Pékerman, la misma que necesitaba un punto, un simple empate para asegurar la clasificación, caía por 0-3 en su casa. Las caras largas, desilusionadas y tristes eran el común denominador. Al 'Pibe' Valderrama, el país en pleno lo vio con cara de aburrido, mientras la señora Casimira, que pasaba por mi casa y decidió quedarse en la terraza viendo con su familia y la mía el juego, decía: 'él desea estar adentro y solucionar', refieriéndose al eterno '10' de la Selección que capitaneó a la tricolor a tres mundiales seguidos, Italia 1990, USA 1994 y Francia 1998.

El Pibe dentro del estadio, Leidy, mi novia, al lado mío con los ojos llenos de ira. Mi tío Álvaro llamándome tras cada gol para analizar juntos el pésimo juego que mostraba la quinta mejor selección del mundo según la el ranking de septiembre de la Fifa, era lo que vivía en ese momento. Yo miraba el juego por televisión y escuchaba el especial de 'Vallenato y Gol' que la emisora Voces 89.4 FM, donde trabajo había preparado para ofrecer una alternativa distinta a quienes querían estar enterados del partido, pero no podían verlo; además de contar cómo se vivía el partido en las distintas calles de la ciudad.

El ánimo y todo estaba a medias. Y cómo no si desde el minuto 19 ya perdíamos. En ese instante Arturo Vidal marcaba de penalti en el arco sur del 'Metro'. Tres minutos después, Alexis Sánchez aprovechaba la lentitud de la defensa y encajaba el segundo. Al 29, antes de la primera media hora del juego, Alexis repetía la dosis y apuñalaba el corazón de todo un país. Sí, de todo un país, porque hasta los bebés que no tienen conciencia de sus actos, y las mujeres que 'no les gusta el fútbol' pero por 'moda' o 'amor a Falcao' se ven los partidos, estaban pendientes de aquella catástrofe que se venía.


Stephan Medina era el sacrificado en la tribuna y las calles de la Nación. Sus antecedentes ante Uruguay seguían latentes y él tampoco hacía nada para borrarlos. Pékerman, por ende, resultaría mártir en esta 'tragedia'. Si eso seguía así, yo tendría que entrar vía telefónica al aire intentando dar fuerza a una hinchada que estaba vuelta un ocho.

Debía ir al aire al minuto 60 del juego, pleno segundo tiempo. Mantenía una esperanza de empatar, débil eso sí, lo confieso. Pero por alguna extraña razón, no estaba tan 'puto' como el resto de los que allí estaban.

Comenzó el segundo tiempo. La salida de Aguilar y Medina -sobre todo la del jugador de Atlético Nacional- reavivaron la esperanza. entraron Macnelly Torres, armador fino, del  linaje de Carlos Valderrama, y Freddy Guarín, fuerte en marca y atrevido en la media distancia. Ambos frescos para darle dinámica a ese lento Colombia que le había regalado el balón y hasta el control del televisor a los chilenos.

Llegado el minuto 60, iba a ir al aire cuando Jairo Pertuz me anticipa y entra desde el Centro Histórico. 9 minutos después Teófilo Gutiérrez anota el primero de la Selección. Inicia el descuento. Omití detalles y escuchando una señal codificada de Robinson Cárdenas quien estaba en cabina viendo el partido y programando los vallenatos, entro al minuto 75, justo antes de que Radamel Falcao García anotara de penalti. Narré el gol que reivivió la esperanza y luego entrevisté a las personas que allí estaban. Hablé de perseverancia en ese equipo y no recuerdo qué otras cosas.

La emoción se sentía. La gente tenía otra actitud. En pantalla, la tribuna en pleno se veía de pie. No eran 11 jugadores. Eran 47 millones de colombianos, pobres, ricos, corruptos, correctos, costeños, paisas, cachacos, santandereanos, vallunos, llaneros, amazónicos, sanandresanos, creyentes de la Virgen del Carmen, del Milagroso de Buga, del Santo Ecce Homo, del Divino Niño...

Minuto 84, Robinson me pide para narrar el otro cobro de penalti al aire. Más nervios en este momento. Respiro profundo, recibo la voz y procedo. "...A un gol de Brasil 2014, Robinson y oyentes. Sólo un gol y Radamel Falcao García está frente a la pelota para asegurar la clasificación. Todo el mundo pendiente... Falcao toma impulso, dispara al arco.... ¡GOOOOL!. ¡¡¡Estamos en Brasil, estamos en Brasil!!!..."

Después todo fue alegría, mientras todos se abrazaban y gritaban con sonrisas en la cara. Me dirigía a la audiencia para reconocer que "un samario nos estaba devolviendo a un mundial", que "este equipo es muestra de perseverancia" que "después de 15 años volvíamos a estar en un mundial de fútbol"... entrevisté a otras personas, incluso a mi papá. Después de dos minutos, di paso a cabina.

Seis minutos después el partido finalizaba. El país entero había revivido. Literalmente a la selección la habían "crucificado, muerto y sepultado" y al tercer gol, el segundo de Falcao, "resucitó de entre los muertos". Las emociones provocaron colapsos nerviosos en algunos como mi suegra que no sabía si llorar, correr, gritar, reír. En otros robaron lágrimas por poder ver a la selección de nuevo en el mundial antes de su muerte. Otros se prendieron a puños contra otros por razones tontas y empañaron la alegría, al igual que los borrachitos que se estrellaron. ¿Hasta cuándo?

Dios es colombiano. Nos consta a todos ahora después de otra hazaña deportiva. Por eso aunque todos los días nos matemos y soportemos escándalos de corrupción, falsos positivos, conductores borrachos de toda escala social, un ex Presidente con tanto tiempo libre que se la pasa Twitter y tengamos una mesa de negociaciones de Paz en Cuba, entre otras 'maravillas del mundo moderno'; nos quedamos con una sola noticia para las próximas 6 emisiones de noticieros televisivos; eso sí 'desde todos los ángulos'.

Por eso, doña Carmen baila. Por eso, escribo esta vivencia. Porque esta victoria es un narcótico, como todos los logros de nuestros deportistas.

Estamos en Brasil, de allí no nos saca nadie, ni la camiseta fea de Adidas para el mundial, ni Stephan Medina, ni quien se lo quiera imponer a Pékerman. Pero de todos modos, apelando a la colombianidad de Dios, les confieso que:

Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del fútbol y las eliminatorias. Creo en Pékerman su único técnico capaz de regresarnos al mundial; que vino a reemplazar al caído Leonel, elegido de Bolillo. Creo en Falcao, Teo, Jackson, Bacca y Muriel porque resuleven cuando Macnelly se hace sentir junto a Aldo. Creo en el bailecito de 'Mi ñía', las gambetas de Cuadrado, el desborde de Zúñiga y las atajadas de Ospina. Cuando Stephan juega somos crucificados, muertos y sepultados; y cuando sale resucitamos así sea empatando a tres. Creo en los consejos de Faryd, el criterio sin vicios de Pékerman y una buena campaña en Brasil. Amén.

Completo esta muestra de devoción así:

Padre Nuestro, que estás en el cielo. Clasificados seamos en Tu Nombre. Venga a nosotros el Mundial. Hágase la voluntad del técnico y no la que le impongan en la Federación o en la Dimayor. La victoria de cada fecha dánosla hoy -aunque nos conformamos con el empate, sobre todo de visitante-, perdona nuestras embarradas, sobre todo las de Stephan. No nos dejes pensar en alcanzar el repechaje y líbranos de toda derrota en el Metropolitano, Amén.

Gloria a Pékerman, al equipo y a Barranquilla. Como era en los noventa y por los siglos de los siglos. Amén.